A tu merced

Tatuado en el interior de mis huesos,
así, llevo tu amor.
Me acorrala ahí donde voy,
presa de tu ego, dama invisible.
Pegado a mi piel reversible,
no soy capaz de amar a otro,
no soy capaz de amarme a mí.
Vas mezclado en la sangre
de mi labio mordido,
haciendo que tú roce desate mi pasión,
esfumando los barrotes que me hacen de ti, prisionera,
esbozados con tu indeleble seducción.
Al igual que las palabras que no escribí anoche
no se pueden borrar, ni se tachan.
Hipnotizada, pecando, mordí, otra vez, la manzana.
Brujería mal intencionada de un hombre
que, de santo, solo lleva el nombre.
Ten piedad de mí, vengo hambrienta de tus besos.