Con el pecado al filo de la boca

Polvo de estrellas para tus pupilas,
que al mirar destellan,
plumas doradas para tus alas
que al sol reflejan.
Terciopelo blanco para tu cuerpo,
que enaltece tu figura,
rosado carmín en los labios,
resaltando tu ternura.
Un velo de seda azul
para hacerte un manto,
una coronilla de oro puro
como se merece un santo.
¡Oh, madre, María
bendito tu nombre!
Madre de todos los hombres,
anclada en el firmamento.
Fuiste un ángel en la tierra,
portadora del mensaje más bello,
que Él depositó en tu vientre,
y aceptaste sin recelo.
Dar la vida de tu hijo
para que vivamos eternamente,
¡qué hipócrita que es la muerte
y que desagradecidos somos!
Al vivir con el pecado,
siempre al filo de la boca
y con la manzana en la mano,
a punto de ser mordida.